viernes, 26 de junio de 2009

domingo, 21 de junio de 2009

sábado, 13 de junio de 2009

XXV Aniversario de la Coronación de la Esperanza de Triana

Procesión de las Glorias de María 2009




Simplemente exquisito


Cuando han pasado ya unos días desde que se pronunciara el pregón de las Glorias de María, y me ha dado tiempo a degustarlos, rumiarlo y analizarlo. Después de haber leído ya la obra de arte, hoy me atrevo, desde la osadía a comentar tan magnífica obra.

Un pregón sustentado en las Virtudes Teologales como hilo conductor de la vida de María, de los Cristianos y del propio, es una idea innovadora a la par que difícil de llevar a buen puerto, para que todo tenga un sentido en cada una de sus partes. Pues bien, magistralmente fue escrito y defendido por nuestro amigo Julio.

Parsimonia, saber estar, tranquilidad en el ambón de San Diego fue lo que derrochó Julio. Quien no lo conociese, no creería que era debutante en estas lides. Además, de todo el peso de sus palabras, una magistral interpretación de las mismas, hicieron que estas quedaran escritas a fuego y con tinta de oro en la pequeña pero intensa historia de este pregón. Sinceramente, no creo que se olvide fácilmente este pregón.

No ha sido un pregón vacío en ningún momento. No ha existido esos momentos de transición vacíos de contenido. Esas transiciones han estado llenas de contenido y mensaje. Es difícil enlazar partes tan intensas y tan llenas de fuerzas como lo fueron el momento dedicado a la Virgen del Carmen o a la Pastora y Rocio (para mi particularmente la parte más espectacular) con otras llenas de sentimiento, como la historia dedicada a la Virgen de los Afligidos, o a la Caridad o a las ausencias de su vida.

Pregones como este, dignifican, engrandecen y enaltecen un acto que tiene que consolidarse porque la Madre de Dios así lo merece. Otro tema será la procesión o como organizarlo para años venideros para poder salvar los problemas que se ha encontrado el consejo este año. Pero lo que no podemos poner en duda, es la calidad literaria e interpretativa del pregonero de este año.

Julio, simplemente exquisito, simplemente grande, enhorabuena, te lo mereces.

Antonio Romero González

El guardabrisas

miércoles, 10 de junio de 2009

Pregón de las Glorias de María 2009

Pregón de las Glorias de María 2009

Mujer, de entre las mujeres, bendita;
Amor, de entre los amores, sagrado;
Ramo de flores de gracia infinita;
Inmensidad de luz que a Cristo imita;
Alma del mundo que te fue empeñado.

Tú, que junto a Dios todopoderoso te hallas, asistiendo a su diestra como abogada nuestra, permíteme dirigirme a tu pueblo para exaltar tu bendita Gloria impresa en las más bellas advocaciones que el hombre haya podido regalarte, pero antes suplico de Ti una extraordinaria merced:


Déjame que haga un presente
a modo de póstuma ofrenda
dedicando este pregón
a quienes a Ti me acercan;
a aquellos que están contigo
y gozan de tu presencia.
Sé que muy cerca los tienes
por eso mi voz es queda
y si yo no lo lograra
quiero que Tú hagas la entrega.

Dile a papá y a mamá
que este canto a tu persona
de ellos es el fundamento
que en mi corazón rebosa.

Dile a papá y a mamá
que lo que siento a todas horas
Sanlúcar deja que cante:
ese amor que mi alma adorna
y a gala llevo en mi sangre.

Que su tránsito dio fruto:
una familia envidiable,
cohesionada hasta unas cotas
casi nunca imaginables.
Testigos del ser cristiano
hasta sus debilidades.

Dile a papá y a mamá
que su ejemplo sigue vivo,
transmitiendo amor fraterno
en cada gesto sencillo.

Diles que existen fallos,
más de los que quisimos,
pero los sobrellevamos
con consortes exquisitos.


Y ya para terminar
diles sólo una cosa más:

Que si el canto te agradó
siendo para Ti digno
haz que te lo repitan
ellos que están allí mismo.

¡Porque ya vuelan al cielo
mil primores de gloria
que harán hoy que su memoria
se haga presente en tu suelo.




Saludo.

- Señor Presidente del Consejo Local de Hermandades y Cofradías, Don Santiago Soler Rabadán y demás componentes del mismo.
- Señores Hermanos Mayores y miembros de juntas de gobierno de las Hermandades de Gloria y Penitencia de nuestra Ciudad.
- Querido amigo y presentador, José Miguel Pérez Rguez.
- Señoras y Señores, entre los que encuentro tantos corazones amigos.
- Hermanos en el Señor y María.
Buenas Noches.



Sanlúcar, tierra mariana por excelencia.

María, la Bienaventurada, la Llena de Gracia, Fuente de hermosura, conjunto de todas las virtudes…Cuántas alabanzas somos capaces de brindarle a la Madre de Dios. Toda la cristiandad la venera de manera especialísima y en Sanlúcar no somos menos. La devoción que le profesamos en nuestra tierra es tanta que casi la adoramos. Y es que, como le ocurriera a S. Benito, María es para nosotros la idealización de la madre de este mundo: Nuestras mejores pensamientos y ofrecimientos son dedicados a Élla; nuestras mejores obras… A Élla, nuestros ruegos y anhelos. A Élla, todo nuestro ser bajo la forma de una pequeña oración... Es por eso por lo que me voy a tomar la libertad de comenzar con una de las poesías más bellas que se han podido escribir en nuestra ciudad a las advocaciones de las Glorias de María -obra de nuestro gran estimado y admirado Narciso Climent, tomada de su pregón de la SS de 1993- porque considero reflejan cuán grande es esta conexión entre Sanlúcar y la Madre de Cristo; y a mí, me servirán como punto de partida de mi andadura por este campo de letras:



Sanlúcar tiene una Madre,
de Dios Padre Epifanía,
con muchas perlas, sus nombres,
y eje de todos: ¡María!


En el Picacho, PILAR;
INMACULADA en la Villa;
y Madre de la ALGAIDA,
cercana en su lejanía.


SUDOR, el dulce prodigio
para curar las heridas.
junto a la Madre de Dios,
donde el orar fructifica.

Virgen santa de la PAZ
donde el amor prefería
enseñar al que no sabe
los senderos de la vida

BARRAMEDA entre pinares
y luces de fantasía;
Y MERCED de nuestras penas
a la entrada de la Villa

La Señora del BUEN VIAJE
para quienes a la mar citan;
la luz que nos lleva a Cristo,
mi PASTORA capuchina.

Buena Madre MILAGROSA,
amor de las hermanitas;
Y REGLA, guapa y morena,
junto a las monjas clarisas.

Ola blanca marinera
Nuestra Señora de GUÏA;
Dulce Madre de las Aguas
para mi pueblo en sequía.

La Señora de los Ángeles
donde Palmares se agitan;
Madre de los DESAMPARADOS
como dulcísimo espiga.

Santa Virgen de las CUEVAS
cuya paz Sanlúcar liba;
y Señora de BELËN,
Humilde y muy pequeñita.

Madre y Señora de GRACIA
con sonidos de campiña;
Y SEÑORA DE LA O,
cual un concierto de liras.

Virgen de la CANDELARIA,
del barrio de ayer sonrisa;
y en la Sanlúcar añeja
Virgen Santa de la ANTIGUA.

CARMEN de Dios en la Balsa,
CARMEN de la Capillita,
dulce CARMEN en Bonanza,
y CARMEN de Bajo Guía.

ROSARIO en Sto. Domingo,
de todo el pueblo la amiga,
ROSARIO la luz de Dios,
la Galeona florida.

Y ROCÍO de primores,
esa Paloma bendita,
que se deshace en amores
caminando hacia su ermita.

Y CARIDAD la patrona
de esta mi tierra divina,
que siempre se acerca a ELLA,
Dulce flor que no marchita.

¡CARIDAD de mis amores,
mi dulce Madre chiquita:
concede siempre a tu pueblo
lo mejor de tu alegría!




Por el dolor y el sufrimiento llega la Gloria.

La Gloria alcanzada por María y los santos se corresponde con una identificación total con el Reino de Dios, el Reino del Amor, el Reino de la entrega. La idea de este Reino es más simple de lo que creemos pues hasta el mismo Jesús lo expresa en el evangelio: Gracias Padre por esconder estas cosas a los sabios y eruditos y dárselas a conocer a la gente sencilla.
Se trata pues, de un dar sin medida, de darse al prójimo como nos gustaría se dieran a nosotros; de hacer para y por los demás lo que nos gustaría hicieran por nosotros; de esperar, como única recompensa, la de hacer la voluntad de Dios. Y para ello, como María, se comienza por la negación de uno mismo, por la erradicación de toda forma de egoísmo; el sacrificio del yo.
Estamos tan acostumbrados a escuchar lo mismo que parece todo tan fácil.... Y nada más lejos de la realidad. Habrán oído alguna vez eso de... “Primero la obligación y luego la devoción”, pero hemos de tener en cuenta que, para el cristiano, la obligación para con el prójimo y la devoción hacia la divinidad se funden en una cosa sola. ¿Cuántas veces hemos renunciado a nuestras devociones en favor de las obligaciones de este mundo las cuales pueden esperar? Pocas, ¿verdad?... Buscamos cualquier pretexto para ello, como también muchos buscan cualquier pretexto para eludir la voluntad de Dios, si ello significa sacrificio.
Pues bien, citas como: Quien ama su vida, la perderá, pero quien la pierda por mí, la salvará; Que cada uno tome su cruz y me siga...;
...Seréis capaces de beber el cáliz que yo he de beber... . Nos dejan claro cuál es el camino a seguir.
María supo interpretarlo correctamente, sin letra pequeña, sin objeciones. Ella pagó el precio más duro: ver morir al Hijo. Pero ganó algo mucho más grande: a Dios mismo.


Siete fueron los puñales
que atravesaron tu alma,
Siete Dolores, tales
con que perdiste la calma.

Son reflejo de estos males
tus rostros de dolorosa
y advocaciones, las cuales
hacen tu Angustia grandiosa.
Son, en Sanlúcar, rosas;
Reinas, que inspiran piedades.

Cuando, VICTORIA, pensabas
en una Entrada Triunfal,
tu sonrisa sin igual
por LÁGRIMAS se trocaba.

La AMARGURA madrugaba,
las PENAS enardecían
y la PAZ con que aguardabas
Sin quererlo se perdía.
Mirando al cielo buscabas
la ESTRELLA que te guiaría,
pero sólo te esperaba
el MAYOR DOLOR de tu vida.

Tu DULCE NOMBRE mentaba
quien en breve expiraría:
ese Niño al que AMOR dabas
y por quien te cambiarías.

Era el momento María
de tu ESPERANZA imponer
para que esas siete dagas
que Simeón presagiara
no te sumieran en hiel.

Derrochando iba tu cara
DOLORES y ANGUSTIAS mil,
vaticinio de que a Tí
la SOLEDAD te embargaba

Pero antes de esto ocurrir
te volviste a dar de nuevo
como hiciste aquella vez,
cuando te diera Gabriel
aquel saludo sereno.

Te volviste a dar de nuevo
ante tu Hijo moribundo
tomando, con Juan, al mundo
para llevarlo en tu seno.

Y te das todos los días
dando GRACIA por doquier
porque es tu mayor querer
llevar a la Gloria al hombre
a la que Dios puso nombre:
¡María de Nazaret!.




María, sufridora por el género humano

Son las 5 de la mañana y Juana, sale corriendo de su casa en busca de un médico. Su hija Flora se ha puesto malita de repente. Muy malita. Está ardiendo y con grandes dolores de cabeza. El camino desde el Arroyo hasta la calle del Torno se hace eterno y el pecho ya le arde a cusa de la carrera en la que ha empleado todo su esfuerzo.
Más que sus puños, son las lágrimas y sus gritos los que golpean la puerta de don Pedro, el médico.
Cuando el doctor asoma por la ventana con su candil y comprueba la cara de desesperación de Juana, lo comprende todo. Más de lo mismo. Ya ha perdido la cuenta de cuántos van. ¡Esto es terrible!, piensa, abatido por el cansancio acumulado de las últimas semanas y el desconsuelo que le produce pensar en que otro vecino va a ser presa implacable de esta maldita enfermedad.
Pedro no es muy religioso, pero sabe de sobra que va a hacer falta Dios y ayuda para que esta epidemia remita.
Mientras espera la bajada del Doctor, Juana, entre sus gemidos de desconsuelo, oye voces de mujeres cantando en los que ha encontrado, sin buscarlo, un motivo para que los alaridos que brotaban directamente de su alma se conviertan en suspiros que van a dar paso a un extraño sosiego.
Las monjas dominicas cumplen con el rezo de maitines con especial dedicación, pues están perfectamente al tanto de lo que está ocurriendo en la villa. Esta madrugada, sus voces se asemejan a los propios ángeles. Es necesario que el Altísimo escuche sus plegarias, por lo que es preciso verter sobre cada detalle todo el amor que sean capaces en cada labor, y ahora toca rezar cantando. Así se lo ha hecho saber la Priora al resto de las monjas.
Inexplicablemente, Juana, al apoyar el oído contra la puerta para oir mejor, ha cedido. Está abierta. Tras ella y en la oscuridad, algo capta su atención. Algo que resplandece bajo la pequeña llama de una lamparilla. “Nue..stra Se..ño..ra de lo..s A..fli..gi..dos” lee, torpemente en un improvisado cartel escrito a mano bajo el cuadro que representa la imagen de la Virgen María con una tierna expresión en su rostro.
A Juana sólo le viene a la cara una lágrima fruto del nudo en la garganta y el escalofrío de los que ha sido presa; y una frase para acompañarla: “si Tú pudieras....”.
Ha sido terminar esta frase y Juana se ha sentido invadida por una tranquilidad indescriptible, una paz interior que pareciera le transportara a ese sitio que tantas veces al cura oyó decir.
Ese segundo eterno ha sido roto por la presencia de don Pedro, que al encontrarla en el descansillo del convento, la apremia para volver hasta su casa y poder echarle así un vistazo a la hija (aunque crea que de poco va a servir).
Pero Juana ya no corre, anda tranquila. Es más, hay veces que se queda atrás, con la correspondiente llamada de atención de don Pedro, que la tiene que tomar de la mano para que adquiera su ritmo de paso.
De repente, se para. Juana tiene la necesidad de volver al convento. Tiene que hacer algo que nadie puede hacer por ella. Vuelve a correr otra vez, pero ahora, su fuego interior por el esfuerzo tiene otra lectura. Es una cascada de emociones, todas ellas embriagadas de agradecimiento.
Es verdad, aún no ha visto si su hija Flora.... pero lo sabe, no entiende por qué, pero lo sabe.
Al llegar a la puerta que ha abandonado ni cinco minutos atrás, su corazón le golpea la cabeza. Entra y ahora sí, llora con una sonrisa imparable. Llora y ríe mientras se arrodilla delante del cuadro de la Virgen, el cual, al contemplarlo, observa que le ocurre algo extraño: parece como si el rostro de María sudara...

Para Gloria de Dios y nuestro bien
deseaste que tu rostro expresara
el sufrir del pueblo, al que escucharas
angustiado por doquier.

Madre de los Afligidos amada,
trocaste tu nombre bendito un día
en el que el Sudor narró tu agonía
cual prenda de tu querer .

María, evocadora de recuerdos. Educadora en la fe.

Es la figura de la madre en quien depositamos nuestra confianza, nuestra seguridad, nuestro descanso. La Madre es aquella persona que sabemos va a estar ahí hagamos lo que hagamos… y Ella nos quiere, nos ama, nos cuida… a pesar de todo.
Quien es consciente del valor de tener una madre, se le llena la boca al llamarla o al hablar de ella, o quizá se le haga un nudo en la garganta al decirle cuánto la quiere. No duda en ponerla en uno de los primeros escalones de sus prioridades, porque comprende cuánto ha hecho por él.
Cuando miramos hacia atrás sólo encontramos recuerdos entrañables que nos unen a nuestra madre. Y cuando contemplamos a María en alguna de sus imágenes, esos regalos de la memoria se funden en un todo inseparable que enlazan su figura con la de la madre terrena.
Aún recuerdo aquellos cultos en honor de Ntra. Sra. De los Ángeles, Reina del Palmar de San Sebastián, a los que mi madre iba a cantar con el coro de Sto. Domingo (que dirigía D. Manuel de Diego Lora) donde esos “grandes éxitos” eclesiásticos inundaban el templo de controvertida acústica – que aún conserva-. “Pescador de Hombres”, “Hacia ti morada Santa”, “No podemos caminar”, “Pueblo de Reyes” y tantas otras que aún hoy podemos oír en voces venerables y otras no tan venerables….
Otro de los cuadros más emotivos que brota desde mi recuerdo es la tómbola del hospital de San Diego que organizaban aquellas personas tan comprometidas con la Medalla Milagrosa. Recuerdo subir el carril de S. Diego con mis padres a los cultos en aquél SEAT 600 (tan habitual en las familias españolas de aquel tiempo). Recuerdo cómo la magnífica presencia de María de la Medalla Milagrosa, en su retablo, abstraía mi sentido y me sumía en oración callada e inocente, la cual se transformaba en algazara con la posterior y citada tómbola.
Como cofrade, no puedo dejar de comentarles algo que permanece como un sello en mi corazón: las procesiones de estas dos benditas Imágenes en la calle. En su tiempo, ejercieron de escuela y refuerzo de ese regalo divino que es la fe, la cual unos fervorosos padres se encargaban de administrar con la esperanza de que, en su día, creciera cual grano de mostaza…
Noviembre y agosto se dan la mano;
el final y el principio de uno y otro
muestran lo común que los une en gozo:
un edén que se hace entonces cercano.

Un bullicio, como de ángeles coro,
resuenan en la loma sanluqueña
y al subir una cuesta barrialteña
puede observarse el paisaje sonoro.

Devotos fieles, que su amor empeñan
a quien es Reina y Madre al mismo tiempo,
-Ya sea en el Palmar o ahí, en San Diego-
Un mar de halagos te brindan y preñan.

¡María no sólo fue asumpta al cielo,
quedarse quiso en reliquias preciosas
a las que veneran un pueblo entero:
Llámese Ángeles o Milagrosa!

María, puntal de fe.

María, la mujer de fe. La creyente por excelencia. La que se fía de Dios. La Madre de los creyentes
Esto, que exaltado con mejores palabras podría llegarnos al alma, arrancándonos una lágrima de emoción, me hace reflexionar en la realidad de este asunto: ¡Cuánta fe hubo de tener María!. Imagínense: una adolescente en una sociedad donde la mujer casi no cuenta; un embarazo, así, por las buenas, estando prometida... Lo que hoy día no pasaría de un escándalo (sin contar las opiniones de amistades que le intentarían influir para que abortara...), a María le podría haber costado literalmente la vida. Pero no, ella se fió de Dios, tuvo fe en esa voz que decía que el Santo que iba a nacer sería llamado Hijo de Dios. Si eso no es fe, entonces no entiendo que es la fe.
Es esta virtud un bien espiritual tan preciado que hay que cuidarlo y cultivarlo. No podemos dejarla sin labrar a merced de la que podríamos llamar “una meteorología del alma”, es decir, someterla a ciertos acontecimientos arbitrarios que la consoliden o la hagan desvanecerse.
También habremos oído o leído más de una vez aquello de que la fe hay que vivirla en grupo, en ecclesía, en asamblea, pues la interacción con las personas supone el campo donde puede producir mayor fruto. Sí, vivir la fe en grupo es importante, pues es la manera en que se robustece y toma cuerpo; madura. Por ello, desde esta gran oportunidad que me brinda el atril, quiero animar a esos grupos de jóvenes que viven su fe, que la trabajan, que la hacen florecer como el grano de mostaza: los grupos jóvenes de las hermandades, el Movimiento Calasancio, el de Nazaret, los Montañeros de Sta. María, los grupos Maristas de amistad, mi amado Movimiento Scout, con la Virgen de Guadalupe al frente. Todos ellos ayudan a formar jóvenes comprometidos en la fe para con la sociedad que les ha tocado vivir. Y María, desde lo escondido, ayuda en el camino…

A Santo Domingo fuiste a hospedarte
y queda, la niñez me dirigiste
desde un rincón, el cual al mundo abriste
para al mundo decirle cuánto amaste.

Flor de invierno, cuya imagen plasmaste
en humilde tela en que apareciste,
regalaste la escena que absorbiste
y con ojos de rosa enamoraste.

Siempre a tus pies colgado encontrarás
el pañuelo que, perpetuo, te espera
en milagroso vínculo filial.

Gudalupe, hoy la joven promesa
de aquél que se perdiera en tu mirar
es la que te glorifica y te reza

Y si el Bautismo es el símbolo del primer germen de nuestra fe católica, el sacramento de la Confirmación, debe ser el revestimiento simbólico de su realidad madura; la hora de definirse como cristianos con todas sus consecuencias. Y qué mejor momento que llevarlo a cabo si es bajo las plantas de una de las imágenes de María.
Según la tradición, con la imposición de manos, el Espíritu Santo llena el corazón del fiel encendiendo en él el fuego de su amor. Mis compañeros de catequesis y yo lo invocamos, por boca de nuestro apreciadísimo D. Rafael Bellido (que en gloria está), un siete de octubre de 1991 a los pies de la Virgen del Rosario. Por eso, los que estuvimos allí podemos enorgullecernos de decir que nuestro puntal de fe es la Galeona.

Ya sea sobre tapiz o en la madera
a buen puerto, la luz de tu mirada,
en la duda -de hilo negro bordada-,
me guía, siendo Tú mi cabecera.

Un océano no es rival que pueda
sujetarte en un lugar enclaustrada
dándote así como alma enamorada
a quien te solicita le intercedas.

Rosario, hasta el mar atormentado
se contagia de tu quietud divina
al sentirte de lleno en su regazo.

Y un amanecer ciega mi retina,
alborada de fe de nueva vida
en la que tú, Galeona, gobiernas mi barco.
María, sabor de esperanza.

La fe sola, sin una compañera inseparable que la anime y le de fuerzas, termina por extraviarse, por perderse en alguna encrucijada de la vida. La Fe necesita de una compañera que le ayude a mantenerse firme ante la adversidad. Esa consorte de la Fe es la Esperanza. Ella es la que nos anima a no perder el norte, la que nos levanta de la caída, la que nos hace ver la luz entre la tiniebla; la optimista. La que nos hace ver con otros ojos cada mañana; la que nos invita a vernos reflejados en la mirada de un niño. La esperanza es la que nos hace mantener la ilusión en nuestra labor por dura que sea, pues es quien nos susurra al oído que todo va a salir bien, que no hay mal que por bien no venga.
Y mientras escribía estas líneas han irrumpido en mi memoria dos personajes que recibieron el don de regalarla, de hacerla extensiva en su entorno. Dos personas que empaparon de esperanza dos lugares cuya conexión con Sanlúcar alcanza cotas muy elevadas de fraternidad: Sevilla y La Rocina. Fray Isidoro de Sevilla y Gregorio Medina, respectivamente, difundieron el amor divino y la virtud de color verde para hacer comprender al pueblo que Dios estaba con él y que María abogaba por sus dificultades siendo una mujer del pueblo: alguien tan natural como el Rocío de la mañana o una Pastora de sublime inocencia; una buena Pastora.
En nuestra querida Sanlúcar ambas imágenes de María han dado buena prueba de esa esperanza cristiana que embarga a su gente: Rocío, con su carita de azúcar, es, a día de hoy, de las devociones más veneradas y mi Pastora capuchina y calasancia; calasancia y capuchina, la de sonrisa calmada, espera sentada, a que formemos parte de su redil.
Sois el pueblo, Señora,
ya sea de Reina
o de Pastora.
de primera, Rocío,
y de segundo
Redentora.
Porque sabed que sois Reina
del Rocío y la marisma,
del pinar y de la ermita,
de las almas que acuden
a vos sin cita.
Reina y Pastora
Pastora y Reina
Madre buena que atesora
La belleza que peina
hasta a la aurora.
Del bastón a la corona,
De la estrella a la sandalia
Sois dueña del amor,
Celosa guardia,
De aquellos que os suplican
con su plegaria.
Porque el pueblo sois; Señora
ya sea de Reina
o de Pastora
Y se rinde a vuestros pies
la claridad mañanera
y el ocaso chispeante
del sol, oro de esta tierra.
y se rinden los colores
que vuestro rostro ya besan,
esa cuna, suave boca,
para que allí se mezan.
Y hasta del río el agua
por la que cruzan
para llegar a veros
los que bien buscan.
Ahora os pide mi alma inquieta
la apacentéis de esperanza
como el verde alienta al suelo
cuando el desierto avanza
Por eso, Señora, os ruego,
Rocío de la mañana,
que me toméis por entero
con vuestras manos de nácar.
Como a un hijo del pueblo
del que sois gran Señora,
pues así siempre os declaran,
ya sea de Reina
o de Pastora.
De San Jorge a Capuchinos
pasando por el Carril,
vuestra cara de azúcar
y labios rubí
me paran a vuestras plantas
para poderos decir
decenas de esmeraldas,
requiebros mil,
que arranquen vuestra sonrisa,
cual flores bellas de abril,
al tiempo que mi rezo
vuelve a repetir:
¡¡Dios os salve Señora,
Madre que sois del pueblo,
ya sea de Reina
o de Pastora.!!



María ancla de esperanza

La Esperanza…. Lo último que se pierde, dice el refranero. Quizá porque es el único sentimiento, emoción (o como queramos denominarlo) que se aferra a nuestros anhelos: La enfermedad que se espera remita; el regreso del hijo que ha salido por la noche o de viaje o el del barco donde va nuestro ser querido….A propósito de esto último, es curiosísimo la conexión existente entre la virtud de la Esperanza y el mar. El ancla y el color esmeralda se identifican como una sola cosa; no en vano, cualquier representación de esta virtud, si va precedida de algún objeto, siempre es éste: el ancla. Así lo pasea nuestra querida imagen de Mª Stma de la Esperanza, Niña guapa y Reina del Barrio Marinero.
Pero existe una nubecilla que en sus blancas manos ha tomado ese ancla y, a la postre, se ha convertido en Estrella de los Mares, esa que siguen los marineros cuando todo artilugio del hombre pierde su capacidad para anclar la esperanza de una feliz vuelta a casa.
El Primer Libro de los Reyes menciona esa nubecilla que divisara el profeta Elías y que unos ermitaños del S.XIII interpretarían como un símbolo de la Inmaculada Virgen María. Estos, cuando tuvieron que abandonar su hogar, recibieron de Nuestra Señora la señal de que Ella sería su Estrella del mar como, hasta entonces, lo había sido su Monte: El Carmelo.
Y si el Monte Carmelo se levanta cual Estrella sobre el mar, nuestra Sanlúcar es lucero en cuyo corazón un escapulario brilla. El de la Virgen del Carmen, que guarda todos los rincones de la ciudad, desde Bonanza hasta el centro, desde Bajo de Guía hasta el Mazacote, añejo barrio de la Balsa.
Por tanto, con toda la razón del mundo, podemos decir que respiramos Carmen por los cuatro costados.


Cuatro remaches adornan
el ancla de mi esperanza:
Carmen de la Capillita
Carmen en San Juan, descalza;
Carmen de Bajo de Guía
y Carmen Santa en Bonanza

En cuatro zancos se asienta
el paso de mi confianza:
Carmen que besa el río,
Carmen que al sol alcanza,
Carmen, flor del Pradillo
y Carmen, paz de añoranza.

Para remanso del alma
cuatro refugios me esperan
Carmen, barco de plata
Carmen, redes faeneras
Carmen, Reina abogada
y Carmen rezo de cera.

Y en mi interior, cinco llamas,
cinco, que apagan mis penas:
Carmen, luz que encadena
Carmen, claridad salada.
Carmen, destello del alba
Carmen, fulgor azucena
¡y Carmen, mi madre buena
que celebra tu victoria
y que mora ya en la Gloria
contigo, Carmen eterna

María, la perla de la Caridad

Antes de que la última palabra de este pregón vaya en busca del dulce aire con el que se baña el aroma de las flores propias de este tiempo, este torpe orador tiene que poner en práctica, de todo corazón, un ejercicio de bien nacido: SER AGRADECIDO. Por ello: GRACIAS.

Gracias al Consejo de HH y CC, que ha tenido la gran osadía de confiar en mí para esta gran responsabilidad.
Por un momento pensé que se habían arrepentido de mi designación, dado los excesivos aplazamientos que ha sufrido este evento. Ya me decía para mis adentros: “Pues no que verás si estarán pensando esta gente….. a ver si así dimite….” Gracias a Dios me han dejado, no sin tener aún el corazón en un puño, seguir los pasos de tan buenos oradores que ha ocupado este atril.
Espero que esta proclamación de pensamientos y sentimientos haya sido lo suficientemente digna de ser escuchada y, si fuera posible, apreciada.
Gracias a Juanjo Marmolejo, por su apuesta por lo desconocido

Gracias a la banda de música Maestro Dueñas y en especial a su director, Javier Alonso, el cual realiza un trabajo doble: dar dignidad a este acto con la mayor de las artes y poner mis palabras en el sitio que corresponde: por debajo de ella, de la música. Gracias, Javi, por los detalles impagables que has tenido para conmigo durante las enigmáticas jornadas que han precedido a este evento.
.
Gracias a la Hermandad de El Huerto por acoger en su Casa de Oración a un hombre que también clama al Padre en sus momentos de angustia

Gracias a mis Hermanos del movimiento Scout, por el regalo que supone tener vuestro corazón junto al mío hecho bandera.
Una Bandera, cuya flor nos indica el norte de nuestro destino:
“Dejar este mundo en mejores condiciones de lo que nos lo hemos encontrado”.

Gracias a mi presentador y siempre amigo y hermano, Josemi. Que otra vez ha estado ahí como un bastión, un baluarte que ayuda a capear los vientos y vicisitudes de la vida, al tiempo que sirve de refugio al que llama a su puerta. En estos momentos, el mayor sentimiento que me embarga hacia él es el de gratitud, y no sólo por hacer la presentación de mi persona.

Gracias a quien, sin su apoyo, estar aquí no habría sido posible: mi esposa Rocío, regalo de la providencia en mi peregrinación por esta vida, que salta la reja de mis desdichas para infundirme el ánimo necesario con el que seguir adelante.

Gracias a aquellos que, desde el pasado hasta el presente, me han hecho ser quien soy infundiéndome el amor y respeto a toda la Creación Divina: comenzando por mis padres, siguiendo por mis familiares –que muy probablemente me observan con gran emoción-, y terminando por mis amigos, no tan amigos y conocidos, los cuales siempre me aportan más de lo que ellos creen.

Y a todos los presentes, gracias por querer compartir un rato de vuestro tiempo junto a este sanluqueño que, lleno de ilusión ante esta experiencia pregonera, ha ocupado un atril del cual no es digno; pero que, merced a vuestra caridad fraterna, espera lo logre algún día.


LA CARIDAD

Como no hay dos sin tres; como un trípode no puede estar falto de un apoyo; así las dos virtudes anteriores sobre las que he basado estas reflexiones en torno a la figura de María, no puede estar falta de la que, según S. Pablo, es la más valiosa: la Caridad, el amor.

El amor. No hay mayor amor que el dar la vida por los amigos.
Esta frase que Cristo corrobora con otra: “Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo”; la deja sellada en el sacramento del amor y de la entrega: la Eucaristía. En ella Cristo se nos da para que lo sintamos y llevemos en nuestro interior; para que sea parte de nosotros, para que podamos dar en la práctica lo que Él nos aporta con su realidad simbólica.
“Quien no come mi carne y bebe mi sangre no tiene vida en él”, dice el Señor.

Cristo es quien me invita a vivir a su manera y yo lo acepto, lo tomo, quiero seguirle; creo que merece la pena. Es cierto que con mis limitaciones, mis defectos, mis debilidades... Pero si de algo estoy seguro es que la Eucaristía es un pilar de sustento para poder seguirlo.

Hay personas que se dicen católicos y no practican este sacramento. Quizá porque creen no hacerles falta. Quizá porque se niegan. No soy nadie para juzgarlos, y menos aún si demuestran cada día ser mejores personas que este que les habla. Pero...ahora que lo pienso... siento lástima por ellos, pues si yo, que me considero indigno, soy consciente del valor de la Eucaristía y me hace seguir de mejor modo a Cristo, cuán ejemplo mejor podrían dar a sus prójimos si la estimaran aquellos que tienen un corazón puro, pero no la practican por las causas que sean…

En breve podremos ver tras Jesús Sacramentado a esos niños y niñas que, vestidos de pureza, siguen a quien les ha reportado uno de los días más felices de su corta vida y los adultos tenemos la enorme responsabilidad de hacerles comprender que el día de la primera comunión no se queda en el pasado; que hay que vivirla cada domingo y que cada día hay que vivirlo como el domingo: con gozo, llenos de fe y de esperanza porque Dios mismo se abaja a un trozo de pan y se entrega para formar parte de nosotros.

Ojalá, cada vez que tomemos su Cuerpo podamos sentir ese escalofrío de amor que inflama el alma hasta llegar a pensar que no cabe dentro de uno mismo y decir lo que aquél niño dijo a su madre el día de su primera comunión: “Mamá, hoy he tomado al Señor. Hoy es el día más feliz de mi vida”.

Un tesoro para el alma en tu centro
portas y das a quien con fe presencia
el transcurrir de la divina esencia:
de la humanidad con Dios el reencuentro.

Al observarte, Custodia, me adentro
en la quebradiza magnificencia
que regala por doquier indulgencia
y se aloja en lo hondo de mí, muy dentro.

Hostia Santa, blanco manjar de unión
donde Cristo por amor se ha alojado,
mi alma has alimentado.

Cantemos hoy todos en comunión:
¡Sea por siempre bendito y alabado
Jesús Sacramentado!


Como decía anteriormente, según S. Pablo, en su carta a los Corintios (que tanto escuchamos en las bodas….), la virtud más importante y de la que podría “presumir” gozosa María es la Caridad. Ella, negándose a sí misma, se resignó –como hiciera Abraham- a la pérdida de su Hijo. En favor de la Humanidad, María lo entrega todo: a ella y a lo que más ama. No existe Caridad mayor. Por eso, Caridad, la Fe y la Esperanza se cierran en Ti.
La Caridad; la que nos acerca a Dios. El resumen de todas las virtudes.
Decir Caridad es decir María. Decir Caridad es decir obras, como Santiago Apóstol reclamaba. Decir Caridad es decir milagro. Y decir milagro es vivir cada día. Decir Caridad es nublarse la vista, es el nudo en la garganta; es el anhelo del cristiano; es la humildad hecha servicio; es el querer a pesar de todo. Es el desorden en mis palabras por la emoción y el respeto. Decir Caridad es ir más allá de una imagen pequeñita; es refugiarse en su nombre, es ser valiente ante los defectos. Decir Caridad es la lágrima y la Angustia hechas canela que endulzan. Decir Caridad es no dejarse nada en el tintero y es dejarse todo en él al no abarcarla….
La Caridad es un manto rojo bordado en oro con el que mi madrina me enseñó a envolverme el pensamiento y el alma…


¿Qué decirte, Caridad, que no sepas?
si lo sabes todo de mí, de mi alma;
de mis parcas virtudes y defectos
de todas mis angustias y mi calma

¿Qué decirte, Caridad, que no sepas?
si me encuentro contigo en la mañana
y en el fin de la tarde tu recuerdo
inflama mi ilusión de color grana.



Ya lo sabes, Caridad
pero el mundo ha de enterarse
que a este humilde pregonero
el corazón rebosaste

de ese aceite duradero
con el que sana al instante
alma y cuerpo moribundo
que a Ti acude suplicante.

Fue tu nombre y tu bondad
las que lograron que un día
no temiera ni un instante
la alarmante enfermedad.
Aquella que consumía
en Angustia sin igual
a una hermana postrada
en un lecho de hospital.

Y a sus pies dos más velaban
sufriendo con humildad,
cómo se iba su hermana
sin poderlo remediar.

Pero tu oleo nutrió
la luz de una fe vulgar,
confortando en mi con él
la fuerza de tu piedad.

Y comprendí en tu Novena
que tu mirar maternal
me inundaba el pensamiento
de milagrosa verdad:

El prodigio de tu perla
que bien llaman Caridad
se consumó sin llamar
ni pararse ante su puerta.

Tres corazones en uno
rompían en rosaleda
cuando aquel mísero mal
suplido fue por grandeza.

Por una grandeza tal,
que no te bastó sanarla
pues contabas que al final
vital fuera en toda casa,
siendo ese clavo de enlace
que une y jamás separa.

Cuánta Caridad derrochas
Caridad
un manto rojo de gracias
te vengo esta tarde a dar.

Y aunque tú ya eso lo sepas
voy a volverlo a cantar:
Gracias Señora mía
Gracias por tu bondad,
gracias por los milagros
que cada día nos das.
Gracias por la familia,
-y no sólo la carnal-
de la que siempre eres piedra,
siempre la piedra angular.
Así te llamemos Victoria,
Esperanza, Gracia, Paz;
Mayor Dolor de Dolores,
Dulce Nombre de sal;
Estrella, Lágrimas, Penas,
Amargura o Soledad,
o Amor de nuestros Amores:
Angustias de blanca faz.


¿Qué decirte, Caridad, que no sepas?
si de mí lo sabes todo, de mi alma;
de mis parcas virtudes y defectos
de todos mis pesares y mi calma

Si te llevo desde siempre en mi pecho,
imagen bendita que me donara
aquella que cada quince de agosto
me toma la mano bajo tus plantas.

¿Qué decirte, Caridad, que no sepas?
si me encuentro contigo en tu ventana
de luz, claridades y amaneceres
y en cada ocaso de roja estampa.

¿Qué decirte mi Caridad amada?
¿Que te sueña el cielo sanluqueño
Y el Guadalquivir se imagina azul
al reflejarse en tu rostro sereno?

¿Que la bodega anhela manos santas
Porque quisiera al Niño sostenerlo
y recrearse en quien le dio sentido
a su pura existencia y su silencio?

El campo galán de viña albariza
entona versos de amores blancos
en los que dice que te ama tanto
que el respirarte en agosto lo hechiza.

Y la playa, del cielo y Doñana puerta,
te regala un perfecto y verde abrigo
de pino y romero, que ha sido y es
de la gloria de este pueblo testigo.

Madre, de corazón y de alma digo:
si un trozo de Gloria Sanlúcar es
y sus glorias son de ella tu querer
¡llévanos siempre en tus Glorias contigo!



He dicho
Sanlúcar de Barrameda, 13 de mayo de 2009
Festividad de Ntra. Sra. de Fátima

domingo, 7 de junio de 2009

martes, 2 de junio de 2009