Cuando han pasado ya unos días desde que se pronunciara el pregón de las Glorias de María, y me ha dado tiempo a degustarlos, rumiarlo y analizarlo. Después de haber leído ya la obra de arte, hoy me atrevo, desde la osadía a comentar tan magnífica obra.
Un pregón sustentado en las Virtudes Teologales como hilo conductor de la vida de María, de los Cristianos y del propio, es una idea innovadora a la par que difícil de llevar a buen puerto, para que todo tenga un sentido en cada una de sus partes. Pues bien, magistralmente fue escrito y defendido por nuestro amigo Julio.
Parsimonia, saber estar, tranquilidad en el ambón de San Diego fue lo que derrochó Julio. Quien no lo conociese, no creería que era debutante en estas lides. Además, de todo el peso de sus palabras, una magistral interpretación de las mismas, hicieron que estas quedaran escritas a fuego y con tinta de oro en la pequeña pero intensa historia de este pregón. Sinceramente, no creo que se olvide fácilmente este pregón.
No ha sido un pregón vacío en ningún momento. No ha existido esos momentos de transición vacíos de contenido. Esas transiciones han estado llenas de contenido y mensaje. Es difícil enlazar partes tan intensas y tan llenas de fuerzas como lo fueron el momento dedicado a
Pregones como este, dignifican, engrandecen y enaltecen un acto que tiene que consolidarse porque
Julio, simplemente exquisito, simplemente grande, enhorabuena, te lo mereces.
Antonio Romero González
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