Evocación:
En sus ojos brillantes, se delataba el nerviosismo que lo recorría. Estaba viendo ante sí, aquello con lo que tanto había soñado. Entonces, sonó en la inmensidad de
Su rostro esbozaba una sonrisa entre melancólica y ansiosa. Era, como si todos los sentimientos e ilusiones que acumulaba en la mochila de sus recuerdos, se les cayese en un instante. Acarició por última vez entre sus dedos la arpillera del costal, para después, sumergirse, sin lugar a la desidia, en esa atmósfera de la que sabía que nunca más podría salir.
Era, como si en un segundo toda su vida hubiese aprendido a sentir como ellos, pero solo era una utopía producida por la indolencia de la juventud. A veces, recordaba lo difícil que había sido, y de los que se quedaron en el camino de la ilusión. De pronto, dos llamadas y una voz, y de vuelta al torbellino de emociones encontradas, que latían en lo más profundo de su corazón.
Un toque furtivo de llamador, y el inquietante deseo de poder sentir la trabajadera sobre su costal, era ya una realidad. Todo lo que había querido, lo que le prometieron desde su niñez, lo que siempre había visto desde el frío de las aceras en las noches de invierno, era ya una realidad. Ese niño que veía todos los ensayos, que disfrutaba solo con ver a esos hombres fajarse y dar chicotás de ensueño, era ya uno de ellos. El tiempo, había pasado inexorablemente, y le había regalado ese don.
El tiempo pasa veloz
Engullendo sentimientos
Haciendo del que era niño
Se convierta en costalero.
Sueños de alpargatas blancas
Que superan abatimientos.
Fajas negras que parecen
Que detuvieran el tiempo
Como si nunca soplase
En la primavera el viento.
Anda el paso despacito
Mécela en el firmamento
Que tú siempre quisiste
Ser de Ella sus pies terrenos
Ahora que ya lo eres
Y brota el azahar nuevo
Quisieras que no acabasen
Las chicotás de tus sueños.
Y sigue a tu corazón
No guardes un esfuerzo
Y entrega cada segundo
En el trabajo sincero.
El tiempo pasó veloz
Y engulló los sentimientos
Haciendo del que era un niño
Sea ya tu costalero.
Costaleros:
El refranero popular es sabio, y uno de esos refranes dice “es de bien nacido el ser agradecido”. Pues, haciendo caso a las viejas y tradicionales enseñanzas, me gustaría comenzar, esta mi humilde exposición de vivencias, agradeciendo a toda
También me gustaría regalarle unas palabras al que hoy ha sido mi presentador. No puedo hablar de las palabras que me ha dedicado, pues hasta el día de hoy no las he conocido. Aún así, no me iba a basar en estas palabras, porque Manolo no puede valorarse solo estas palabras. Como ya he comentado muchas veces, cuando vamos cumpliendo años, tenemos la suerte de poder ir eligiendo a los amigos, porque ya no tenemos la necesidad de jugar, de no aburrirnos. Buscamos más valores, y los valores que posees, son los que tienen las buenas personas, de los que van rectos por la vida, y a los que nunca se les podrá recriminar un punto. Me alegro mucho de tenerte como amigo y hoy como presentador en un día tan importante como este.
Cuando estamos a escasas semanas de volver a ver la primera cruz de guía en las calles sanluqueñas. Me toca este año, en esta casa amiga de
Hablar del mundo de los hermanos costaleros, en ésta época es algo, cuanto menos confuso. Una época en la que se han acuñado nuevos términos como “costaleros hermanos” en vez de Hermanos costalero, y en los que hemos estado, o todavía estamos, a punto de echar por tierra todo lo conseguido en muchos años de esfuerzos de viejos costaleros, del trabajo realizado con toda la ilusión del mundo, por jóvenes y no tan jóvenes que querían portar sus Imágenes y que robaban las pocas horas que podían al reloj para ensayar, incluso dos veces por semana desde el mes de septiembre u octubre.
Hoy en día, los costaleros tenemos un protagonismo excesivo cuando la cofradía sale a la calle, y un peso desmesurado en las Hermandades. Este peso en muchas ocasiones no lo hemos buscado nosotros. Nos han utilizado las diferentes juntas de gobierno para sus intereses, y una vez que movilizas a todo un colectivo es muy difícil dejar de pagar las consecuencias que de ello se deriva.
No podemos caer en la idolatría que algunos han profesado al costalero. No debemos caer en perderles el respeto a viejos costaleros que todavía están en las trabajaderas y antiguos capataces, que fueron las semillas que se depositaron en
En la pronta primavera
Acompasando el tiempo
Cuando en la noche oscura
Brillaban nuevos luceros
Llenos de su luz y vida
Nos muestran el firmamento
Jugando con las nubes
Y los costaleros nuevos
Que llegaron despacito
A lo que hoy tenemos.
Casi sin hacer ruido
Esos viejos costaleros
Ensayaban por las calles
Entregándose al esfuerzo
Sin regalar un alarde
Iban todos en silencio.
No perdamos el respeto
A ese viejo costalero
De añejas trabajadoras
Llenas de sufrimientos
De las noches entregadas
Del compañero sincero,
De cuadrillas que miraban
Solamente hacia el cielo.
Démosles las gracias
Reconozcamos el esfuerzo
Que ellos serán por siempre
Los primeros costaleros.
Ritos:
El costalero es una persona de ritos. Todo tiene un sentido en éste su universo. Un universo lleno de circunstancias. En nuestras habitaciones, suele haber un huequecito en el armario, donde se guarda como si de un tesoro se tratase, todo nuestro mundo. Ese en el que existen costales, fajas, recuerdos, compañeros...Ese rinconcito es, como nuestro particular santuario. Todo en nuestras vidas puede cambiarse sin ningún motivo, excepto donde se cobijan nuestros sueños.
En ese lugar comienzan todos nuestros ritos y tradiciones. Ahí, nacen los nervios cuando preparas la ropa para salir al ensayo. Un halo de misticismo rodea nuestros actos. No sabemos por qué tenemos que hacerlos, pero los hacemos, no sabemos por qué sentimos lo que sentimos, pero así lo vivimos.
Cuando por fin llega el día de la salida, ese ritual puede convertirse en una obsesión. Llegar a casa de la misa de Hermandad y colocar siempre en la cama de la habitación tu pantalón, y a su lado, esa camiseta desgastada por el paso incontenible de los años, de la que tu mujer o tu madre han queriendo deshacerse y que siempre rescatas a última hora. El aroma que ha dejado el almíbar entremezclado con el incienso quemado impregna tu costal y una faja ya despintada por el uso, está preparada para rodear tu cintura. Las zapatillas con las que acariciar el suelo, ya están dispuestas. Siempre igual, cada año la misma costumbre.
Se acerca la hora, y una llamada de teléfono marca el momento de la salida hacia el templo. Siempre el mismo camino, siempre las mismas calles, intentando recordar aquella lejana primavera, en la que iniciabas tembloroso el camino hacia
Aún guardo mi costal
En el rincón de los sueños
Perdido en un huequecito
Que es la puerta del cielo.
Cuando llega cuaresma
Quiero darle el encuentro
A frías noches de ensayo
En albores de febrero,
Con viejas fajas negras
De costales prisioneros
Y camisas desgastadas
Por el paso de los tiempos
Que sigue siendo veloz
Sin respetar sentimientos.
Un rincón que me guarda
Los conseguidos sueños
Donde empieza la magia
Donde el sentido pierdo
Donde vuelvo a sentirme
Entre chicotás de versos
Que aunque pasen los años
Sigo siendo costalero
Cuesta de Belén:
Igual que los ritos nombrados anteriormente, existe una tradición en Sanlúcar que se ha ido convirtiendo en leyenda. Desde hace más de un cuarto de siglo, cada Domingo de Ramos, se vive un momento único e irrepetible en nuestra Semana Santa. Desde hace más de un cuarto de siglo, las viejas piedras de
Desde hace más de un cuarto de siglo, la gente se agolpa en la calle bretones, justo donde arrían los pasos. Nadie quiere perderse ni uno solo de los momentos que se van a vivir en esta esperada noche. Se produce un relevo, y ya, solo queda dejar paso a los protagonistas. Protagonistas que cada año vencen al cansancio y las duras pendientes. Pendientes que no siempre vienen de las calles, y que costaleros y gente de Hermandad saben vencer sin hacer aspavientos, simplemente trabajando por derecho, como trabajan los buenos costaleros.
Un toque de llamador y la levantá hace que ya nada tenga otro sentido que el paso lento de los minutos, el rachear de las zapatillas, el crujir de la trabajadera o el vaivén de las bambalinas con los varales del paso de
Pasar he visto dos pasos,
Como nunca antes viera,
Que desatan las lágrimas
Al pasar por tu vera.
Despacito van subiendo,
Con arte y fe costalera,
Por la empedrada calle
Que a
Me muero de los celos
De los que niños fueran
Porque ellos os suben
Por la empinada cuesta.
Envidio sus zapatillas,
Que pisan amargas piedras.
Quisiera poder vivirlo
Y así quitarle la pena,
A La que llena de luces,
Perfil de
Cada Domingo de Ramos,
Corta se hace la cuesta,
Cuando vuestros corazones
Van caminito de vuelta
Para llegar hasta el cielo
Y a la gloria costalera.
Un pueblo, una cuadrilla:
Tiene Sanlúcar una cuadrilla singular. De esas que me gustan por su composición heterogénea. No son costaleros como estamos acostumbrados a ver. No llevan faja, costal, molía, ni alpargatas de esparto. No hacen ensayos, ni quedan en una casa de hermandad o bar el día de la salida. No portan un paso, ni sobre sus hombros descansa una trabajadera.
Es una cuadrilla del pueblo, que año tras año se renueva. Solo tienen en común con otras, que sobre uno de sus hombros, llevan crucificado al Hijo de Dios. Para cogerse el paso, solo les basta seguir el redoble del tambor que late en sus corazones. Cada Miércoles de Ceniza una igualá casi improvisada hace que toda Sanlúcar se vuelva costalera, y que el Cristo de los Milagros salga a la calle, para redimir todos nuestros pecados.
Después de muchos años en la distancia, y oyendo alguna que otra estación en la lejanía. Este año, he vuelto a vivir un Miércoles de Ceniza en Sanlúcar. Muchos recuerdos me vinieron a la mente cuando entré al compás de Santo Domingo. Repaso de frías noches de invierno, de todo un pueblo volcado; de representaciones de todas las Hermandades, cuando todavía éste era el Vía-Crucis oficial. Noches, en las que aún no podía acercar mi hombro a la parihuela, y en la que veía como hombres y mujeres paseaban con cuidado
Santo Domingo se viste
Con un costal de ceniza
Para mostrar los Milagros
De un Cristo que agoniza
Entre viejas rocas blancas
Que recuerdan la caliza
De un Calvario Judío
Que en Sanlúcar se eterniza.
Por viejas calles y plazas
Tus hijos acarician
El resplandor de los cirios
Y en el aire de la brisa
Las llagas de Tu cuerpo
Que nos van dejando inscritas
Sufrimiento entregado
Y una Pena que dormita.
Sanlúcar porta un cuerpo
Que de pecados nos libra
Porque el bendito madero
Que al Hijo de Dios crucifica
Es llevado por un pueblo.
Cada Miércoles de Ceniza
Almas de
De entre mis recuerdos, siempre se repite uno en mi cabeza de manera recurrente. Al igual que el recuerdo del Vía-Crucis de los Milagros. Una imagen clara y nítida de una oscura y fresca noche de primavera. Una noche de miércoles Santo. Ya hacía algún tiempo que había pasado noblemente
No sé por qué esperaba con tanta codicia que llegase esa hora. Esperaba que ocurriese algo, veía pasar a todos y cada uno de esos nazarenos con sus túnicas y capas blancas con la inconsciencia de la niñez. En esos momentos asomaba la silueta de la parihuela del misterio, y el paso arriaba a la altura de la calle Escuelas para que más tarde lo hiciera el paso de palio. Todos los años igual, siempre la misma práctica. En ese momento, como si saliesen de un misterioso pasadizo, aparecían de debajo de los faldones, los hombres que hacían que mágicamente ese paso flotase por entre las callejuelas. Ese era el momento que tanto esperaba. Salían los costaleros del paso a refrescarse, y lo hacían en el pequeño grifo de cobre que teníamos en el patio de mi casa.
Los miraba, los estudiaba y me preguntaba, ¿que hacían para convertirse en esos hombres con tanta fuerza? ¿Que sería ese extraño artilugio que se colocaban en los hombros a forma de yugo? ¿De qué material estaría hecho? Analizaba sus zapatillas blancas o negras, sus fajas, y ansiaba ser algún día como ellos.
Eran los primeros años de las cuadrillas de hermanos costaleros. Eran años en los que se trabajaba con el alma. Almas que fueron germinando en
Almas que en
Quisieron ser costaleros
Sin pensar en agoreros
Que hablaban de debilidad.
Solo tenían la ansiedad
De juventud indolente
Sobre razón vehemente
Para ponerse el costal
Para un corazón igual
Y un amor inconsciente.
Almas que en la primavera
Pasean entre luceros
La más bella de las rosas
Que ilumina el firmamento.
Quieren tenerte Señora
Brillando en sus ojos vivos,
Mientras que en el paso va
Cayendo, su sudor bendito.
Costaleros de corazón
De los que siempre han sido
Lágrimas de bellos ojos
En el llanto contenido.
Se les llenan de puñales
Sus corazones heridos
Y repican bambalinas
Entre azucenas y lirios.
Y seguirán trabajando
Más allá del delirio
Cercanos a las estrellas,
Entregándote suspiros
Para pedirte que vuelvan
Sus viejas almas de niños
Y demostrar que siguen siendo
Una luz en el abismo
Que aliviarán paseándote
Tu corazón dolorido.
Momentos para el recuerdo:
Esos momentos que acabamos de describir de la cuadrilla de
Durante todos estos años, se han ido forjando cuadrillas, se han ido viviendo instantes que se han convertido con el paso de los tiempos en imborrables e irremediablemente, han quedado para el recuerdo año tras año. Algunos de ellos, fueron puntuales, otros se convirtieron en tradición, pero todos tienen en común, que han sido protagonizados por gente que trabajaba de verdad, con el corazón.
Uno de los que más ha trascendido no pude vivirlo, y si soy sincero, tampoco quisiera haberlo vivido, ver como abandonaron a mi Virgen de Gracia y Esperanza, y una cuadrilla improvisada hizo el milagro de subirla hasta la cava del castillo y recogerla, no hubiese podido soportarlo. Gente de
Momentos que dejan marcada la memoria del que todavía era un niño, como el escuchar la respiración de los costaleros del Señor de
Quien no recuerda esas cuadrillas de
Quisiera poder dedicarles
Unas palabras sinceras
A los que fueron pioneros
En sentir las trabajaderas.
Fueron gentes entregadas
Que sentían con firmeza
De que estaban haciendo
Que el corazón les latiera.
Gracias por darnos las llaves
De disfrutar la belleza
De poder ser la peana
Que por Sanlúcar pasea
A las Sagradas Imágenes
Que otros hermanos desean.
Costaleros del Resucitado:
Aunque estos hombres lucharon y pelearon para que pudiésemos ser Hermanos Costaleros. No todo ha sido un camino de rosas. Mis amigos más allegados saben, que hace unos años estaba un poco hastiado de este mundo del costal. Estaba pasándolo mal. Tal era el rechazo que me producían ciertos comportamientos que incluso me llegué a plantear el abandonar las trabajaderas.
Pero en el invierno de 2006, en una fecha difícil de olvidar para
Debido a la amistad que me une a varios de los miembros de esta corporación, había tenido siempre un deseo casi enfermizo por poder pertenecer a esa cuadrilla, pero sus días de ensayo y mi situación laboral, que me mantenía alejado de mi tierra, hacía imposible el ser parte activa de los momentos que tantas y tantas veces había oído de la siempre enamorada boca de su gente.
Este deseo rozó el ansía desmesurada, cuando se confirmó que el Domingo de Resurrección harían Estación de Penitencia por primera vez. Opté por no flagelarme más porque no iba a poder ser, y me propuse disfrutar de ese día como disfrutaba antaño de
Recuerdo que ese domingo me levanté temprano, casi desperezando el día, con la misma inquietud en el corazón que había sentido hacía una semana, cuando descorría las cortinas de mi ventana buscando nubes en el firmamento. Respiré profundo al ver que la mañana había querido acompañarlos y ser uno más de sus nazarenos de blanca túnica y cíngulo dorado. El Señor Resucitado ya estaba en las calles de Sanlúcar. En esas calles comencé a observar a todos y cada uno de los costaleros de su cuadrilla. Costaleros que sin saberlo, estaban escribiendo a fuego sus nombres en la historia de
Quizás la añoranza de no haber podido disfrutar de esos momentos compartiendo trabajaderas con grandes amigos. Quizás ver el transcurrir de una cofradía desde los ojos del costalero, hizo que me fuese involucrando de manera inconsciente en todo lo que estaban viviendo.
Mientras acompañaba el elegante discurrir del paso, iba observando las caras de los jóvenes costaleros. Caras que eran todo un crisol de emociones. En ellas, se unía la expectación, con los nervios de la proximidad del relevo. El cansancio acumulado por las horas de recorrido hacía mella en sus rostros, pero la alegría de saberse con la admiración de un pueblo, hacía liviana esa carga. Y así poco a poco y sin saberlo fue llegando el momento que cambió mi forma de pensar.
El gentío hizo que no pudiese detenerme para ver el paso hasta el final de la cuesta de belén, a la altura de donde se iba a producir un relevo. De pronto, asoma la imponente silueta del paso por las Covachas, y en su delantera, la majestuosidad del Señor. El misterio avanzaba con paso firme y decidido. Caminando por tientos una joven cuadrilla iba derramando ilusión, arte y alegría por haber conseguido un sueño.
Un revuelo se formó en los costaleros que esperaban su turno, sin apenas tiempo, el paso se les acercaba, y ellos volverían a ser los pies que pasearían al Señor. El toque de llamador hizo que el paso arriara justo frente a mí. Los zancos tocaron el suelo y el silencio momentáneo que se había producido al dejar de repiquetear los sones de la banda, fue roto por los aplausos de los que veían como unos compañeros que salían con los ojos vidriosos de entre los faldones, abrazaban a los que iban a disfrutar ahora de esa gloria. Palabras de ánimo, de compañerismo, de fe y sobre todo de ilusión, esa ilusión que yo había perdido, y que esos jóvenes costaleros, me devolvieron el domingo de Resurrección, porque…
Caminando iba por tientos,
La cuadrilla costalera,
Va derramando todo arte
Entre chicotás de seda.
De aquellos juegos de niños,
En calles y plazoletas
Nacisteis costaleros
De a los que el alma desvela
Al sentir sobre sus hombros
La fiel trabajadera.
Caminando va por tientos,
Buena gente costalera,
Que sale de amanecía
Cuando el sol no calienta
Para llevar a Sanlúcar
Esa luz que tanto anhela
Que librará de pecados
Llevándonos por la senda
Entre jaras y requiebros
Y un suave olor a hierba.
Poquito a poco capataz
Que el relevo les espera.
Que la ilusión vivía
En los que esperaban fuera
Para seguir portando
Amor de trabajaderas
Y devolverme las ganas
De sentir la arpillera,
De trabajar por derecho
Empujando la trasera
Y escuchar una marcha
Sabiendo que lo llevas
Sobre tus hombros cansados
Entregado mientras puedas.
Caminando va por tientos
Buena gente costalera
Que tiene alma de niño
Y un lugar en las estrellas.
Costaleros de San Diego
Desde lo más humilde de mi persona, he intentando hacer un pequeño homenaje a todos y cada uno de los costaleros de esta tierra. No se si lo habré conseguido, pero si puedo asegurar que no he dejado ni una sola de mis fuerzas en ello.
No quiero caer en el tópico de asemejar estas palabras a la última chicotá de una cuadrilla. Pero lo que si es cierto es que este pregón está llegando a su fin, y quiero pediros que al final y solo al final me permitáis una pequeña licencia. Quiero compartir con ustedes mi experiencia, mi razón de ser, mi vida, en definitiva que es para mí, ser costalero el Domingo de Ramos en San Diego.
Posiblemente en otras circunstancias, podría haber hablado de mis vivencias desde otro punto de vista, pero como en el caso de los mejores poemas de amor, que están escritos desde el desamor. Este año, creo que la añoranza de saber que no podré ir bajo las trabajaderas de mi hermandad, es lo que me esta haciendo escribir estas negras letras sobre el blanco papel. Yo, no puedo entender el ser costalero de otra manera, que no sea desde el deseo más profundo de mí por serlo. Desde que en una tarde de finales de abril o principios de mayo, mi padre me dijese que esperara a tener la edad suficiente para ser costalero, porque era muy pequeño para poder sacar un paso con mis amigos, desde ese día, el hecho de ser costalero en mi Hermandad está unido al paso lento y cansino de los minutos. Las ansias de poder llegar a un ensayo y poder fajarme, meter riñones y levantar al cielo fueron consumiendo los minutos de esa larga e insufrible espera.
Ser costalero en San Diego para mi, es haber ido cada año a ver bajar la cuesta belén con quien es para ti más que un amigo. Es ir a una igualá y que él, no pueda compartir contigo los momentos de las trabajaderas y lo veas sufrir, tornando en penas tu alegría. Es, salir de tu casa una fría noche de invierno acompañado por tu hermana, y buscar en el silencio de la noche, una marcha saliendo desde de una vieja radio por las cercanías del añejo hospital.
Ser costalero de San Diego, es vivir cada momento de cada ensayo, poder acariciar en un instante el goce de ser los pies de Ellos, y pensar que ya en este mundo pocas cosas pueden superar esa alegría.
Es tener todo un ritual que te acompaña. Es salir de tu casa siguiendo siempre el mismo camino, un camino que es el preludio de una nueva tarde llena de vivencias. Ser costalero, Vuestro costalero, es llegar y buscaros en la oscuridad de
Ser costalero, para mi, es llegar a los jardines del hospital y dar el último aliento en una chicotá lenta, disfrutar de los últimos sones del Domingo de Ramos, y ver como un olivo se mece costero a costero, o un palio viene sobre los pies muy despacito. Es saberte en una iglesia abarrotada de hermanos, y sentirte en la inmensidad del silencio de una multitud, y de camino al altar, sentir el rachear de las zapatillas y escuchar un “Guapa ya estás en casa” entre las mallas de los respiraderos, es arriar muy lentamente, como queriendo que nunca se apague ese momento. Es salir, y buscar a tu gente y abrazarles y dar las gracias por haber podido ser parte de ellos.
Y ya, una vez que todo ha terminado, cuando empieza a quedarse
Y nos abran las puertas
Que nos llevan al cielo,
Entrando los rayos de sol
Al hospital de San Diego.
Los llamadores ya suenan
Y comienzan los sueños
De una gente que quiere
Pasear por su pueblo
Entre portentosos izquierdos
Y de costero a costero
A un Jesús que está orando
Arrodillado en el huerto.
Despacito, caminando
Frente un dintel de requiebros
Se van costeros a tierra
Los templados costaleros.
Ya redoblan los tambores,
Que despiertan del sueño
A una plaza que espera
Entrega y sufrimiento
Bajo las trabajaderas
De la gente de San Diego.
Como dije hace un momento, será la certeza de saber que este año no seré tu costalero, lo que me ha hecho engañarme por unos momentos, y pensar que todavía, estoy tras los faldones granates de Tu palio. Pero no es así. La cordura vuelve y me hace sentir, esa extraña sensación que me dice que después de muchos años podré disfrutar viéndote detrás del antifaz de nazareno, con la cara radiante iluminada por la candelería pero… habrá alguien en el lugar que he ocupado estos años. Alguien que podrá ser tus pies este Domingo de Ramos, y que espero que pronto yo pueda volver a serlos. Aunque se, que mientras pueda seguir mirando tus ojos, te seguiré llevando conmigo, porque eres
Esa luz en tu mirada,
De bellos ojos benditos
No quisiera perderla
Mientras que siga vivo.
Ni el color de tu rostro
Ni tus lágrimas de mimos
Que no seré costalero
Si no te vienes conmigo.
HE DICHO.
En Sanlúcar de Barrameda Cuaresma 2009.
Antonio Romero González
No hay comentarios:
Publicar un comentario