lunes, 3 de marzo de 2008

El Guardabrisas

LA HABITACIÓN DE UN COFRADE

Ya notamos como se acerca la Semana Santa. Lo notamos este año no por el azahar, ni por las temperaturas cálidas de los años en los que la Semana Santa nos toca en abril. Lo vamos notando por la gran cantidad de actos que se están produciendo en estos últimos días. Pero si hay algo que sea indicativo de la proximidad de la Semana Santa, y que nos sirve de calendario para descontar las horas que nos faltan para nuestra salida procesional, es sin duda, la habitación de un cofrade.

La habitación de un cofrade es casi un ente con vida propia. Durante los días previos a la cuaresma y durante la cuaresma va sufriendo una metamorfosis digna del mismísimo Kafka. Pero está claro que las almas responsables de esa metamorfosis no son otras que las madres de los cofrades. Como en todo lo que hacen en la vida, las madres actúan de manera desinteresada. Ellas son las responsables de ir sacando las túnicas para airearlas, sacan la ropa del costalero, sacan la molía o el costal del altillo del armario, y coloca la faja en un sitio visible para que no se le vaya olvidar antes del ensayo.

En estos días la habitación, y por extensión la casa, de un cofrade, adopta un colorido especial. Se tiñe de los colores de las túnicas, de los cíngulos, zapatillas, costales y fajas. El olor es diferente, cuando subes por la escalera eres capaz de distinguir esa mezcla embriagadora de incienso y almíbar para torrijas. Cuando entras por las puertas de tu casa, no te imaginas otra estampa que no sea la capa de la túnica en la percha con el sonido de fondo de una marcha o de algún DVD, que no te cansas de ver tu y los tuyos de manera más que “jartible”.

Pero la habitación de un cofrade también es su pequeño santuario, su pequeño huequecito en el que se llevan a cabo infinidad de momentos íntimos, de soledad, de pensamiento, de rituales… ¿Cuántas veces no nos hemos encerrado en nuestra habitación a limpiar la medalla de la Hermandad para que el día de los cultos o de la salida brillen como si fuesen nuevas?, ¿Cuántas veces no nos hemos tumbado en la cama recordando algún momento de estaciones de penitencia pasadas? En esa habitación se produce todos los años el ritual de vestirte para tu estación de penitencia. Cada uno tendremos la nuestra, pero serán muy similares. Seguro que cuando entras esperas ver la ropa sobre la cama, pantalones, costal, faja…o colgadas en una percha la túnica, y el antifaz y el capirote sobre una silla o la mesa del escritorio. La mesita de noche con la papeleta de sitio, las estampitas o la foto de alguien que te ha pedido que lo lleves junto al Rosario de tu mano o que lo pongas debajo del manto de la Virgen para pedirle por algo.

Al igual que cada uno cambia con la edad, nuestra habitación cambia con nosotros, y aunque alguna vez tengamos que dejar de acompañar a nuestros titulares en su estación de penitencia, esa habitación seguirá guardando nuestros recuerdos, vivencias y anhelos.



Antonio Romero González

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